La Gran Cagada



¿Un kilo de carne de ternera “fabricada” con microbios en un tubo de ensayo? ¿A santo de qué? Bueno, pues para ahorrarnos 10 kilos de grano y 15 litros de agua, amén de todo el metano que la vaca produciría.

En cosas como éstas está trabajando Craig Venteruno de los pioneros en la secuenciación del genoma humano. El rediseño de células para que transformen dióxido de carbono y luz solar en hidrocarburos, proyecto en colaboración con ExxonMobile, y la manipulación de algas para aprovecharlas como alimento de consumo masivo, son otros ejemplos de las soluciones que la “biología sintética” está planeando ofrecer a la humanidad.

¿Es esto jugar a ser Dios? Bueno, para un ateo como yo el peligro no está en etéreos sacrilegios sino en la inevitable curva de aprendizaje que la manipulación genética conlleva. En algún momento, irremediablemente, la vamos a CAGAR (nótese, CAGAR con mayúsculas). Es una ley no escrita inherente a la condición humana y, llámenme peliculero, pero jugar con la biología tiene sus riesgos: bacteria por aquí, bacteria por acá, un desliz y nos cargamos a media humanidad con una horrible enfermedad que nos convierte a todos en zombis caníbales… O una posibilidad menos emocionante, que cargándonos a algún tipo de alga provoquemos un efecto en cadena que de un golpe de muerte a la cadena alimenticia.
En fin, esta invitación a la GRAN CAGADA que probablemente se nos avecina es mayor si tenemos en cuenta el origen de estos esfuerzos en ofrecer parabienes a diestro y siniestro: la pela. El símbolo del dólar está en las pupilas de los que ponen la pasta en todos estos proyectos. Ley pura y dura del mercado, si tienen éxito se van a forrar.

¿Son argumentos suficientes para estar en contra de estos avances? Pues a pesar de los riesgos, a pesar de las intenciones no tan bondadosas de los promotores, el cuerpo me pide apoyarlos… No consigo articular un razonamiento adecuado para esta posición, simplemente me parece bien. Por resignación, por masoquismo, por inconsciencia, por curiosidad, por morbo. No lo sé.