Nunca he entendido el miedo al Fin del Mundo, tal y como es entendido por las religiones.
Eso de que llegará un momento en que Dios dice “vale, hasta aquí hemos llegado, me habéis tocado tanto las pelotas que voy a cerrar la paraeta”. Y viene entonces lo del Armagedón ese, con sus fuegos y sus leches, y se acaba el mundo.
Es en ese momento, se supone que empieza el Juicio Final. Pero, ¿y toda la gente que había muerto antes? ¿Fueron ya juzgados, o han estado esperando en una especie de Limbo? Puede ser, Dios es Dios y puede hacer lo que quiera.
El caso es que a todos nos llega nuestro particular “Fin del Mundo” cuando morimos, no hace falta esperar a que todo el planeta acabe al mismo tiempo. Por lo que no hace falta que temerle a esa supuesta hecatombe bíblica.
En fin, que qué más da, si soy ateo. Aunque, claro, este tipo de contradicciones son las que me convirtieron en ateo cuando era un chaval.