Trabajo en una gran corporación y esta semana ha sido una de esas semanas en las que te preguntas si muchas cosas de las que haces tienen sentido. Demasiadas reuniones, demasiadas personas involucradas en esto o en aquello, y pasan los días y nada parece avanzar… ¿De verdad es necesaria tanta complicación?
En mi frustración me pregunto por el valor de algunos de los roles involucrados en el proceso en el que estoy metido (que no voy a nombrar por respeto), rastreo un poco por Internet y me encuentro con el libro: Bulshit Jobs, que en español suena mucho más directo, Trabajos de Mierda.
En este libro, el antropólogo estadounidense David Graeber postula la existencia de trabajos sin propósito y analiza su daño a la sociedad. Según el autor, «más de la mitad de los trabajos carecen de sentido» y «la automatización no han conducido a una semana laboral de 15 horas, como predijo el economista John Maynard Keynes en 1930, sino a trabajos de mierda: una forma de empleo remunerado que es tan completamente inútil, innecesaria o perniciosa«.
Vaya, estas ideas han caído en mis manos (o en mis neuronas) en una semanita que me siento especialmente receptivo a ellas… Es más, no solo me incita a ver con otros ojos esos roles que esta semana me están tocando los coj… (con perdón), sino que me hace replantearme mi propio puesto de trabajo, ya que yo también soy parte de esa burocracia kafkiana. ¿Soy acaso un Vogon, la raza de burócratas de las novelas de la Guía del autoestopista galáctico? Los Vogons son los burócratas del gobierno de galáctico que «no salvarían a sus propias abuelas de la voraz bestia Bugblatter de Traal sin una orden, firmada por triplicado, enviada, devuelta, consultada, perdida, encontrada, sometida a investigación pública, perdida de nuevo y finalmente enterrada en turba blanda para tres meses y reciclados como encendedores«.
Volviendo a David Graeber y su libro, y tirando de Wikipedia, «la prosperidad extraída de los avances tecnológicos se ha reinvertido en la industria y en el crecimiento del consumo por sí mismo, en lugar de en la compra de tiempo libre adicional del trabajo«. Por otra parte, «el ciclo de trabajo humano natural, de atiborrarse y holgazanear es la forma más productiva de trabajar, ya que los agricultores, los pescadores, los guerreros y los novelistas varían el rigor del trabajo en función de la necesidad de productividad, y no de las horas de trabajo estándar, que pueden parecer arbitrarias si se comparan con los ciclos de productividad«.
«Agradablemente exagerado«, se lee en una de las críticas a este libro. Y puede que sí, que lo de que «sobran más de la mitad de los trabajos» sea una exageración, pero estas ideas son cuanto menos provocadoras y estimulantes, y si me hacen gracia y me hacen reflexionar es porque, de alguna forma, me veo reflejado en ellas… Especialmente en una semana de frustrantes reuniones sin sentido.
En fin, supongo que lo que pasa es que aspiro a ser «guerrero o novelista» para ajustar «mis ciclos de trabajo al ritmo natural de mi productividad«. Va a ser eso…
