Distopía: «Representación ficiticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alineación humana». Antónimo: «Utopía».
Esta es la definición de la RAE de la palabra Distopía, la que evoca esos futuros nefastos que nos contaron, por ejemplo, George Orwell en 1984 o Ray Bradbury en Farenheit 451.
Sin embargo, no debemos olvidar que nuestro Presente es el Futuro de nuestro Pasado.
(Dejo unos segundos para digerir la frase anterior, que me ha salido rimbombante, pero tiene sentido).
¿Es este el futuro que esperábamos?
Yo soy un ex-niño ochentero que miraba el año 2000 con fascinación, ese año que sonaba lejano, misterioso, una referencia mágica que invitaba a soñar con coches voladores y vacaciones en la luna.
Pero ha pasado casi un cuarto de siglo desde aquel cambio de milenio y lo que me encuentro es con autobuses repletos de personas que miran hipnotizadas unas pequeñas pantallas, enganchadas a videos efímeros de personas bailando, la polarización de las opiniones agitada por desconocidos, el auge de los extremismos, la fragilidad de las democracias, la subida de las temperaturas y… el regetón y el autotune…
Uff, si Orwell llega a incluir lo del regetón en 1984 ya hubiera sido la repera. Pero al bueno de George no le dio para tanto, que pena.
Aunque, bien mirado, cualquier presente es una distopía que no encaja con los ideales de su pasado. Porque el pasado, el presente y el futuro son imperfectos por naturaleza. Porque nosotros somos imperfectos.
El mundo es un Mierda.Sí.
Pero también es Cojonudo.
Las dos cosas a la vez. Y lo será siempre, por mucho avance tecnológico que pongamos a nuestra disposición, porque la tecnología que nos atonta con videos virales nos da también la oportunidad de conectar, de compartir, de acercarnos los unos a los otros. Y eso mola.
Vivimos en una distopía permanente. Nuestro presente nunca será el futuro que imaginamos. Pero tenemos que afrontarlo lo mejor que podamos.
