No tiene por qué

Uno diría que decir «los inmigrantes se comen a los perros y los gatos» en público te descalificaría para conseguir un puesto importante como, por ejemplo, presidente de los Estados Unidos. Pero no, no tiene por qué ser así.

Uno diría que los puestos importantes deberían ser ocupados por personas capaces y equilibradas que, por ejemplo, son capaces de advertir del advenimiento de una catástrofe natural o que van a reaccionar de forma efficiente una vez éste ha acaecido, que los puestos importantes no están ocupados por personajes incompetentes, impulsivos o partidistas. Pero no, no tiene por qué ser así.

Uno diría que todos nosotros deberíamos ser capaces de rehuir de los que gritan en los medios y las redes sociales sus medias verdades y sus mentiras a través de una aparente elocuencia que no es más que verborrea narcisista o titulares sensacionalistas que expresan con una convicción delirante. Pero no, no tiene por qué ser así.

Uno diría que tenemos la capacidad de escuchar, de empatizar, de entender que sólo vemos parte de la realidad, que deberíamos ser capaces de llegar a acuerdos razonables, de entender que ninguno de nosotros hemos elegido las circunstancias que nos otorgaron al nacer. Pero no, no tiene por qué ser así.

Uno diría que todo debería tender hacia el equilibrio y el bienestar. Pero no, no tiene por qué ser así.

Más bien, uno diría que hay que esforzarse para navegar la realidad, porque ese equilibrio y ese bienestar no nos viene dado, sino que requiere un esfuerzo, el esfuerzo de leer, escuchar, pensar, no dejarse llevar, discernir entre la sobrecarga de información que nos invade qué es lo realmente importante, no caer en la tentación del chute que proporciona un titular bien gritado.

Entonces, con un poco de suerte, a lo mejor elegimos mejores gobernantes y encontramos ese equilibrio y ese bienestar al que aspiramos.