El Hombre que fue Jueves

Acabo de leer una de esas novelas que tenía pendiente desde hace tiempo: El Hombre que fue Jueves de G.K. Chesterton.

Escrita en 1908, cuenta las peripecias de un policía que se infiltra en un peligroso grupo anarquista en el que los líderes toman los nombres de los días de la semana, logrando que le nombren “Jueves”.

Chesterton elige el anarquismo como símbolo del mal, de la violencia y del caos, básicamente lo que se percibía de este movimiento en aquella época. Sin revelar demasiado de la trama, el autor llega a una conclusión en la que no todo es tan malo como parece: el caos puede tener un sentido y es posible encontrar el lado positivo de la realidad.

Lo que me ha impulsado a escribir esta entrada es preguntarme qué movimiento habría elegido Chesterton si hubiera escrito la novela hoy. Y lo que me viene a la mente es esta especie de “anarquismo a la inversa” que nos invade: el empeño por volver a un mundo anterior, mítico —la América de los años 50, la Inglaterra imperial, la España de la Reconquista— con su Make America Great Again, el Brexit o las reacciones viscerales contra la inmigración o la diversidad sexual.

El miedo de hoy se alimenta de la inmigración, de la transformación de valores culturales, de la disolución de las identidades nacionales, del vértigo que produce sentir que el mundo ya no es como lo conocíamos y que no podemos controlarlo.

Pero, como hace Chesterton al final de su libro, quizás deberíamos recordarnos esa frase que aparece en tantos souvenirs aquí en Inglaterra: Keep Calm.

No confundamos el ruido de las redes sociales con el fin del mundo, ni añoremos un pasado que nunca fue tan perfecto como lo recordamos. El cambio es inevitable y, más que enfrentarlo, hay que aprender a gestionarlo. La incertidumbre siempre va a estar ahí: más nos vale aprender a convivir con ella.

Si Chesterton viviera hoy, quizás nos sugeriría que soltáramos el móvil, nos tomáramos una cerveza y dejáramos de correr como pollos sin cabeza. Que no es para tanto.