Todos los caminos llevan a uno mismo, somos el centro de nuestro mundo, todo parece encajar, lo que produce un espejismo de designio, de inevitabilidad, de destino, de cartas marcadas.
Pero la ilusión de ser el centro del Universo tiene que ser desafiada por el giro copernicano de comprender que el centro está en otra parte y que nosotros somos actores secundarios, para lo bueno y para lo malo.
Nuestro ego nos puede acusar de herejía, nos puede amenazar con la excomunión o con la hoguera, pero aunque nos veamos forzados a negar la evidencia en el fondo sabemos que, a pesar de todo, “e pour si muove”.
Esto no es una derrota, es una liberación, nos permite entender mejor el mundo y tomar las riendas, tomar las decisiones más acertadas en nuestro errático camino. Y disfrutarlo más.