La dirección de la economía es guiada por estados emocionales. Si la bolsa sube o baja es por el optimismo o el pesimismo de los inversores, si la gente crea empresas o pide préstamos es porque ven un futuro de crecimiento.
La tecnología actual registra fragmentos cada vez mayores de nuestras vidas: fotos, videos, comentarios en las redes, incluso nuestras conversaciones a través de asistentes personales como Alexa o Cortana. La posibilidad de consolidar toda esta información y medir el estado emocional de una economía, con el fin de predecir su evolución, está ahí. El que sepa sacarle partido puede ganar mucho dinero.