Existe una realidad ahi fuera ajena a lo que opinan los humanos. Desde una lejana estrella que pulula por el extremo opuesto de nuestra galaxia, a la olas que se estrellan contra las rocas en una alejada isla desierta. Durante millones de años la realidad ha exisitido antes de que los seres humanos empezaran a caminar por la sabana o de que turistas especiales surquen su termosfera.

Esa realidad es lo que es, por mucho que nosostros no seamos capaces de discernirla. Es una realidad determinista, con sus causas y efectos, pero compleja y caótica, en la que pequeñas variaciones en algunos de sus elementos tienen como consecuencia cambios drásticos en sus resultados.

Frente a esa existencia indiscernible lo que los humanos tenemos son opiniones. Rellenamos los huecos de lo que no entendemos con suposiciones y adivinaciones, y una misma realidad tiene seguidores encontrados: están los que creen que el precio de tal o cual cosa va a subir, y los que esperan que baje; los que creen que una política determinada es lo necesario para mejorar algo, y los que piensan justo lo contrario; los que ven señales divinas en el cielo y los que creen que son efectos metereológicos.

Un sinfin de opiniones contrapuestas que se compensan o se retroaliementan, mientras la realidad sigue indiferente a ellas porque piensa que no son más que una muestra de nuestra incapacidad para comprenderla.