Durante mucho tiempo existió la «tradición» de disparar a los presos que intentaban escapar, un tipo de ejecución extrajudicial que se basa en el precepto legal que permite hacer fuego sobre un fugitivo que no obedece el ¡Alto! de los guardias.
En España era algo tan común que formaba parte de las anécdotas que los viajeros extranjeros contaban en sus libros, como por ejemplo la viajera inglesa Lady Tenison que escribió en 1853:
«Una vez en prisión, después de un arresto, hay tantas facilidades para escapar del castigo, que en el caso de aquellos criminales, como los bandoleros & cía., a quienes el Gobierno está realmente ansioso de que sean castigados, los guardias [civiles] generalmente reciben órdenes para dispararles antes de traerlos al pueblo, y cuando llegan, se le informa fríamente a la gente que les dispararon porque intentaron escapar».
En las memorias de, Fernando León y Castillo un político español que fue gobernador de Valencia, contó:
«Tan arraigado estaba el hábito en aquellos tiempos… que el sargento, antes de retirarse y con sentido secreto en sus palabras, me insinuó si el preso debía escaparse al atravesar el patio. Quería indicar si, como en otros muchos casos, lo fusilaban a pretexto de que había intentado evadirse.
Por su puesto, estos crímenes han sido habituales en todas las latitudes, no es algo propiamente ibérico, uno puede imaginarse cuerpos policiales de Estados Unidos, la Unión Soviética, la Alemania Nazi, Uganda, China o el Imperio Romano haciendo lo mismo. El que hoy no sea, aparentemente, tan habitual en sociedades avanzadas es un síntoma de que algo vamos mejorando.