El libro «La Inmortalidad», de Milan Kundera, empieza con la escena de una mujer mayor en una piscina, que al acabar una clase de natación, se gira hacia su joven instructor y le saluda desde la distancia con un gesto que es más propio de una persona joven y coqueta, el gesto de la mujer que fue, como si el paso del tiempo no importara. Por un momento, esa mujer es joven otra vez.
El paso del tiempo es despiadado y cruel, es muy cabrón, pero tenemos que rebelarnos y tratar de mantener la esencia de lo que somos.