La infancia es un periodo fundamental en el desarrollo de una persona. O al menos eso dicen. En mi caso se trató de una infancia normalita, tirando a insulsa, sin grandes influencias ni para bien ni para mal. Nada relevante que contar. Supongo que por eso tampoco soy una persona especialmente relevante.
Así que siempre me he preguntado acerca de las infancias de grandes personajes, como por ejemplo, Napoleon Bonaparte. Por poner el ejemplo de un tío chiquito y matón, que sería lo que fuese, pero tenía un buen par. ¿Qué infancia tuvo? Allá en su Córcega natal, con su padre en la corte del rey francés, con siete hermanos y una madre que les hacía bañarse todos los días cuando lo normal en la época era una vez al mes. Sólo le gustaba la Historia y las Matemáticas y no se sentía francés, porque pensaba que eran los opresores de los corsos. A los 10 años lo metieron en una escuela militar en Francia, con su francés con acento italiano. Y por allí le pilló la Revolución Francesa, con los 20 años recién cumplidos.
El caso es que entre la madre, una visionaria que les hacía lavarse a menudo, y una escuela militar a la que entras a los 10 años, la infancia tuvo que tener su aquel. Por eso a mí, con mi infancia vulgar y rutinaria, no me da para levanar imperios.