Cientos de miles de jóvenes embrutecidos en las trincheras, entrenados en la violencia y en la disciplina castrense, que vuelven a una sociedad caótica, fracturada por crisis económicas y huelgas, enardecida por los medios de comunicación de masas y el ultranacionalismo que pululaba por el ambiente.
En este contexto surge en 1919 la Fasci Italiani de Combattimento de Mussolini, político y periodista que había participado en la Primera Guerra Mundial, con su parafernalia militar, que acabó por hacerse con el poder pocos años después, que fue el referente de Hitler, otro ex-combatiente, y su partido nazi, en un contexto no sólo similar sino seguramente mucho peor.
La inercia de la historia provoca que a veces que los presuntos protagonistas sean accesorios a ella. Hubiera dado igual que a Mussolini le hubiera matado una bala en la Primera Guerra Mundial, o que a Hitler le hubieran seleccionado en la Academia de Arte de Viena. En la película de lo que sucedió después esos actores hubieran sido reemplazados por otros, como cuando en las producciones de Holywood cambian a última hora el reparto.
¿Quién puede imaginar ahora a Frank Sinatra como Harry el Sucio? El papel le llegó a Clint Eastwood porque Sinatra tenía una problema en la mano y no podía sujetar la pistola. Ni Vigo Mortensen iba a ser Aragon en El Señor de los Anillos, ni Christian Bale iba a ser American Pyscho, ni Micheal J. Fox iba a ser Martin McFly en Regreso al Futuro. Pero a última hora les ofrecieron los papeles y ahora son historia del cine.
Quién sabe, a lo mejor en el reparto de la historia otros iban a representar el papel de dictadores fascistas, de malos malísimos del estilo de película de James Bond, pero en el último instante los actores sufrieron un percance y fueron sustutuidos por Mussolini y Hitler, y para desgracia de todos, clavaron el papel.