Bolsas de espagueti

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Una niña pregunta al guía del museo:

«Entonces, ¿la gente tenía que venir a sitios como este para comprar lo que necesitaban?»

«Efectivamente, en aquella época las personas no disponían de impresoras 3D en sus casas y todo lo que necesitaban, desde ropa a comida, tenía que ser fabricado en lugares distantes, en muchos casos a miles de kilómetros de donde vivían, y luego tenía que ser transportado a lugares como éste, llamados «supermercados». Las familias venían de forma regular a abastecerse de todo lo que necesitaban, varias veces a la semana, y luego ellos mismos lo trasladaban a sus casas».

«Pobrecitos, ¿y cómo lo hacían?», dijo la niña con cara de pena.

«La gente disponía de vehículos personales, que los tenían que conducir ellos mismos, que además costaban bastante dinero, a pesar de que apenas los utilizaban durante una pequeña fracción del día”, continuó el guía.

“Qué horror, que sistema más ineficiente…”, comentó uno de los adultos que participaban en la visita guiada.

“Efectivamente, un sistema que no sólo hacía la vida de aquella gente tremendamente difícil, sino que además causaba un daño terrible al medio ambiente de este planeta”.

“¿Y dice que ellos mismos conducían aquellos vehículos? Qué peligroso, ¿no? ¿Moría mucha gente haciéndolo?”, preguntó la madre de la niña.

“Me temo que sí. En la siguiente parte del museo verán uno de esos “coches”, que era como les llamaban. Disponían de un artilugio en la parte frontal, llamado “volante”, con el que marcaban la dirección del vehículo, y unos pedales, y una palanca a un lado… Luego lo verán mejor. El caso es que sí, morían como la mitad de la gente que los conducían”.

El grupo dejó escapar un murmullo de espanto.

“¿La mitad?”, preguntó alarmado uno de los visitantes.

“Bueno…”, el guía se mostró dubitativo, “… la mitad… puede que no llegara a la mitad. Me temo que no tengo ahora mismo los datos… Pero, vamos, que muchos”.

“Qué salvajes…”, musitó la madre de la niña.

El guía indicó al grupo que le siguieran a la siguiente sala. La niña se quedó rezagada, en medio de uno de los pasillos del supermercado, con los estantes repletos de latas de conserva, de sobres de sopa, de botellas de aceite. Cogió una bolsa de espagueti que estaba a la altura de su cabeza y palpó el plástico, un material que nunca había visto. Tras unos segundos manipulando la bolsa, sintió el crujir de algunos espaguetis y se asustó. Dejó la bolsa en su lugar y corrió hacia el grupo que se alejaba.