Cyrano AR

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La primera vez que cenamos juntos, Lucía llevaba un vestido negro, ajustado, la falda justo por encima de las rodillas, con un corte en un lado que dejaba entrever la parte superior del muslo. Simplemente espectacular, los hombres del local se giraban a su paso, me sentí algo intimidado por tener frente a mí a una mujer tan sensual.

Sin Cyrano AR, el sistema de realidad aumentada, no hubiera pasado de esa cita. Como era la primera vez que lo utilizaba, fue un poco confuso, pero pronto me acostumbré a sus indicaciones. Recuerdo la primera que fui capaz de utilizar: “Elogiar cabello” era el nombre de la acción, acompañado del comentario explicativo, “Es probable que Lucía haya ido a la peluquería o haya invertido varias horas en arreglarse el cabello, dado lo elaborado de su peinado”, las frases que el sistema sugería, ”Me encanta tu pelo, el volumen, esas ondulaciones…”, “Tienes un pelo precioso”, y también los comentarios que el sistema no recomendaba, “No preguntar cuanto tiempo o dinero ha invertido en arreglarse el cabello”.

Ella ya había utilizado Cyrano AR en otras citas y estaba más acostumbrada. Lucía era una firme defensora de estos artilugios, no le importaba el rechazo que buena parte de la opinión pública mostraba por estos avances tecnológicos:

«Hoy en día ya existen multitud de tecnologías que aumentan nuestra realidad. ¿O es que es natural volar, hablar por teléfono, congelar imágenes en fotografías, momentos de nuestras vidas en videos? Si nos ponemos gafas para ver mejor, ¿por qué no utilizar otro tipo de tecnologías para ver mejor en nuestras relaciones sociales? Yo, lo reconozco, soy una friki, no se me da bien relacionarme con la gente, sufro de una forma leve de autismo. Para mí Cyrano AR es como una muleta, como un marcapasos, me ayuda a modular mis palabras, a entender más a la persona que tengo enfrente y, lo que más me mola: detectar a los cerdos que sólo quieren acostarse conmigo».

Reír. Eso es lo que me recomendaba el sistema en esos momentos. Me sugirió que le rebatiera parte de sus argumentos con el fin de que ella siguiera exponiendo sus puntos de vista.

«¿Pero no crees que corremos el riesgo de que la tecnología nos dicte lo que tenemos que decir en todo momento?»

«Es posible, pero ¿es eso algo realmente malo? Nuestros cerebros ya nos van dictando lo que tenemos que decir y hacer, pero de una forma oscura, enigmática. Estas tecnologías son un upgrade de nuestros cerebros y nos permiten controlarlo y entenderlo mejor».

Como si de una partida de ajedrez se tratara, mi versión de Cyrano AR me mostraba los siguientes movimientos, su versión le sugería los suyos, en un juego en el que el objetivo no era hacer jaque mate sino maximizar el disfrute de la velada. Y por lo que parece, su sistema determinó que yo no era un cerdo que sólo quería acostarse con ella.

A esa cita siguieron otras, todas divertidas, todas interesantes, fascinantes. Cuando nuestros sistemas se pusieron de acuerdo, le llegó el turno al sexo. Fue en la quinta cita. Había preparado una cena romántica en mi casa. Cyrano AR me sugirió el menú, el tipo de velas que comprar, qué flores, que platos y cubertería, hasta me recomendó que cambiara las cortinas del salón y que comprara un nuevo juego de sábanas. Ella repitió el mismo vestido negro que llevó la primera noche. Disfrutamos de la cena y tras el postre, justo cuando tomábamos el champagne, fue cuando ambos nos lanzamos a desvestirnos, a tocarnos, a besarnos y a hacer el amor. Acariciaba el cuerpo de Lucía sin apenas percatarme de las indicaciones de Cyrano AR, me había habituado tanto al sistema que asumía sus indicaciones como si fueran propias. Las lecturas de nuestras palpitaciones, temperaturas corporales, respiraciones y gemidos nutrían a los algoritmos que calcularon con precisión la cadencia de nuestros movimientos y nos empujaron hacia el éxtasis más extraordinario que había experimentado nunca.

Han pasado ya varios meses desde que iniciamos nuestra relación, cada vez que quedamos disfruto de nuestras conversaciones, de nuestros paseos, de nuestros besos, disfruto con ella de unas relaciones sexuales más que satisfactorias. Cuando paseamos por el parque, cogidos de la mano, siento pena por todas esas parejas con las que nos cruzamos, que seguramente no disfrutarán de Cyrano AR porque piensan que es algo artificial y triste.

Nosotros en cambio hemos decidido dar un paso más. Nos vamos a vivir juntos y estamos a punto de instalarnos un upgrade del sistema. El que ambos teníamos era la versión para iniciar una relación, así que necesitamos descargarnos la versión de Cyrano para parejas estables. Cuesta un ojo de la cara, pero ambos estamos de acuerdo en que merece la pena.

Acaba de finalizar la descarga, vamos a iniciar la instalación.