Que pasen los siguientes

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“Muy bien, como les dijimos por teléfono, ya tenemos el perfil genético del hijo que esperan, todo está muy, pero que muy bien. Es más, yo les diría…”.

La doctora de la compañía de reproducción asistida mantuvo la pausa dramática por unos segundos.

“…que tienen un feto con un índice de integridad genética muy, pero que muy, alto, nada menos que ¡del 83%! Esto es fantástico, porque la cantidad de ajustes que tendremos que hacer bajará de forma considerable, con el consiguiente ahorro que les va a suponer…”.

La pareja, que tenía las manos entrelazadas, se lanzó una mirada cómplice.

“¡83%! Eso está genial, ¿verdad cariño?”, le dijo ella a él, mientras se tocaba un abdomen al que apenas se le notaban los cuatro meses de embarazo.

Se besaron, ante la sonrisa de la doctora que les iba a ayudar a perfeccionar el hijo que estaban esperando con técnicas de modificación genética.

“83 es de los más altos que he visto en mucho tiempo”,  insistió la doctora mientras miraba el monitor . “Pero podemos subirlo a niveles bastante más altos, dependiendo del paquete que elijan, claro. Con el servicio básico pueden subirlo al 88%, un 5% que no está nada mal. Con ese nivel garantizarán a su hijo un nivel de vida muy superior al de la media. Pero con el paquete Premium, podríamos alcanzar un índice del 92.5%, lo que prácticamente le dará la oportunidad de ser un líder en el área de aptitud que elijan”.

Él parecía incómodo, la doctora notó como la mujer le echaba miradas recriminatorias a su marido.

“Si les digo la verdad, el servicio básico está muy bien, pero si van a hacer una inversión de este calibre y quieren lo mejor para el hijo que esperan… Bueno, el servicio Premium vale la pena. Yo misma lo apliqué a dos de mis hijos. No lo hice con el primero porque entonces pensé que no podía permitirme más que el básico y ahora me arrepiento”.

El marido, ante los comentarios de la doctora y la mirada inquisitoria de su mujer, cedió a la presión.

“Que sí cariño, que sí, que vamos a por el Premium, no te preocupes”.

“¿Seguro?”, la sonrisa de la mujer volvió a su rostro.

“Seguro”.

La doctora prosiguió con las explicaciones:

“No se arrepentirán, de verdad. Bueno, pues vamos a empezar la customización de su hijo, ¿de acuerdo? Supongo que ya se han estudiado todas las opciones que les proporcionamos”.

“Sí, tenemos casi todo decidido. Apenas un par de puntos en el aire por unas dudas que teníamos”, dijo la mujer.

“Por supuesto, es normal. De todas formas, lo que voy a hacer ahora es recoger sus preferencias preliminares, aun tendrán un par de semanas para ajustarlas, si así lo desean. ¿De acuerdo? Pues vamos a empezar con el listado. Vamos a hacerlo aquí en esta pantalla”.

Una pantalla táctil llenaba una de las paredes de la consulta, la doctora se levantó y empezó a interactuar con el contenido.

“Vamos a ello… Como ya se les informó hace un par de semanas, vamos a elegir las virtudes y fortalezas que quieren darle a su hijo, que aparecerán en la parte izquierda de la pantalla. Pero cada vez que elijan una de estas fortalezas, las debilidades vinculadas aparecerán en la parte derecha de la pantalla. Lo que tenemos que conseguir es que el conjunto de fortalezas que le agreguemos a su hijo sea superior a las debilidades, de tal forma que tengamos una mejora global en el niño. ¿Está claro, alguna duda?”

La pareja se miró, asintieron y confirmaron que sí, que lo habían entendido todo.

“Muy bien, pues empecemos. ¿Cuál es la primera virtud que habían pensado para su hijo?”.

La mujer respondió:

“Música, mi ilusión es que nuestro hijo sea un gran músico”.

La doctora interactuó con la pantalla para subir las aptitudes musicales del niño.

“Muy buena opción. Su hijo ya muestra una predisposición genética al ritmo, tiene un aparato auditivo en condiciones, y va muy bien de habilidad psicomotriz. Lo único que vamos a tener que ajustar es su capacidad de concentración, que la tenía algo baja, y reducir los niveles de ansiedad. Esto le ayudará con las largas horas de práctica que todo músico necesita para lograr la excelencia. Y por supuesto, le subimos al máximo el ritmo y memoria auditiva”.

La mujer estaba entusiasmada con los comentarios de la doctora, pero él miraba la parte derecha de la pantalla, donde empezaban a aparecer debilidades que compensaban las virtudes que se estaban configurando.

“Perdón, pero la esperanza de vida acaba de bajar 2 años”, dijo el marido, que había visto como ese indicador había pasado de 95 a 93.

“No se preocupe todavía, sólo acabamos de empezar, es un cálculo preliminar. La esperanza de vida va a ir ajustándose durante el proceso. Mejor nos fijamos en este factor un poco más adelante”.

“¿Pero por qué ha bajado?”, insistió el marido.

La doctora, dio un paso atrás para observar mejor la lista de debilidades que habían empezado a ocupar la columna derecha.

“A ver, ¿qué tenemos aquí? Sí, hemos incrementado factores que mejorarían la capacidad musical en la región HLA-DQA1/DRB1 del genoma del feto, pero al hacer esto hemos rebajado levemente las defensas del sistema inmunológico, que está controlado por esa misma zona del genoma”.

“¿El sistema inmunológico?”, respondió él con preocupación.

“Pero apenas 2 añitos de nada, cariño. De 95 a 93, a ver, ¿qué se va a perder el niño esos dos añitos? ¿Las verbenas de verano en la residencia?”, dijo su mujer para tranquilizarle.

La doctora sonrió y trató de calmarle:

“Como le he dicho, todavía es pronto, vamos a retocar varios factores y cada uno de ellos afectará a otros, a veces para bien, a veces para mal, hasta el final no sabremos cuál será el resultado. Y para que no nos despiste este numerito, voy a ocultarlo por ahora. Al final calibraremos todas las opciones que hayan elegido y haremos visible este indicador de nuevo”.

Las palabras de la doctora no tranquilizaron del todo al marido, pero siguieron adelante con el proceso. Durante la siguiente media hora eligieron las virtudes que deseaban para su hijo. Tenía que ser apuesto, tener una personalidad magnética, carismática, buena conversación, leal, honesto, pero no demasiado, no vaya a ser que de ser tan bueno la gente se aproveche de él. Y, por supuesto, indomable en la cama, que nunca está de más. El servicio Premium les permitía seleccionar muchas de estas virtudes, pero sin llegar a niveles de excelencia en muchos de ellos. Por ejemplo, tendría una personalidad cautivadora, pero no tendría el magnetismo de un líder. Y sería bueno en temas sexuales, pero no hasta el punto de volver locas a las mujeres. Para eso ya había que subir al servicio Platinum, algo que definitivamente estaba fuera del alcance de sus bolsillos.

“Entonces lo dejamos así, ¿no?”, preguntó la doctora.

“Sí, yo creo que sí, ¿verdad, cariño? Nos ha quedado un hijo de lo más completo”, dijo la mujer.

El marido se encogió de hombros, casi todas las virtudes las había seleccionado ella.

“Bien, bien, pero, a ver, ahora toca recalcular la esperanza de vida, ¿no?”, preguntó con inquietud el marido.

“Claro que sí, vamos a ello…”.

La doctora interactuó con la pantalla, y comentó mientras el sistema reprocesaba toda la información.

“Tarda unos segunditos… En seguida tendremos los resultados… Pero ya les digo que han hecho una selección muy interesante. Muchas personas se centran en que el bebé tenga una vida larga y saludable. En su caso han ido a por una más intensa… Personalmente, es lo que yo también prefiero…”.

Por fin el sistema terminó de procesar toda la información y la pantalla mostró el resultado final.

“¿¡69!?”, exclamó con sorpresa el marido.

La doctora explicó el índice de integridad genética era nada más y nada menos que del 92.37%, un número fantástico, ya que le permitirá a su hijo vivir una vida en plenitud, Por otra parte, la caída en la esperanza de vida a 69 años se debía a que los ajustes habían subido los niveles de hipertensión, de predisposición a algunos cánceres y varios tipos de adicción, más algunos problemas pulmonares. Pero que, en todo caso, la calidad de los años que vivirá sería espectacular.

A la mujer se le quedó la sonrisa encasquillada, durante unos segundos no fue capaz de articular palabra, hasta que por fin dijo:

“Pues no está nada mal, ¿no? Como… como la doctora ha dicho… para qué quieres una vida larga y saludable si va a ser insípida y monótona…”

“Ya, pero… ¿69 años?”, balbuceó el marido.

“Sí, cariño, 69, pero con la posibilidad de ser un fenómeno en el mundo de la música y…”.

“¿Y?”.

“…y… joder… que se va a hartar de follar, que parece mentira, que tengo que decirlo todo. Que tú eres el hombre, que este comentario tendría que salir de ti…”.

“Ya, si lo de follar está muy bien, pero que le estamos quitando casi 30 años de vida, cariño”.

“¿Y qué quieres? Que nazca así, a lo bruto, ¡como si fuera un hombre de las cavernas!”.

“Bueno, a lo bruto no… o sí, no sé… Que yo nací sin tanta mierda genética de esta, y aquí estoy tan pancho, que tan mal no se está…”.

“¿Cómo? ¿Cómo? Ahora me vienes con estas… ¡Tú lo que pasa es que ni quieres a tu hijo, ni me quieres a mí!”.

La mujer salió llorando de la habitación, el marido fue detrás de ella.

La doctora volvió a sentarse en su mesa, cogió el teléfono y llamó a recepción.

“Carlos, sí, mira, que ya he acabado por hoy con esta pareja… ¿Que cómo ha ido? No ha ido mal… Sí, los has visto pasar, ¿verdad?… Sí, lo de siempre, mañana nos llamarán, ajustaremos un poco las opciones y seguiremos con el proceso. Prepárales un hueco en la agenda… Y haz pasar a los siguientes, por favor”.