Evolución de las ciudades

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A finales del siglo XIX las calles de las ciudades estaban ocupadas por carros, tranvías y boñigas, muchas boñigas de caballo. Era uno de los grandes problemas de la época, y lo que se preveía era un futuro amenazador por el crecimiento imparable de esa montaña de… mierda. Pero a los pocos años los coches llegaron, los caballos desaparecieron de las calles y con ellos sus boñigas. Las ciudades cambiaron con la sustitución de los equinos por automóviles.

Me viene a la mente historia cada vez que, mientras paseo por la acera, los patinetes eléctricos pasan a pocos centímetros de mí. Están por todas partes, las calles se han convertido en una jungla en la que estos silenciosos ingenios pueden acecharte en cualquier momento. Las aceras, antes patrimonio exclusivo de los peatones, comparten hoy baldosas con esos cachibaches, porque en muchos casos los «carriles bici» están pintados sobre ellas. Y, claro, cuando siento que han pasado demasiado cerca me sale la vena cascarrabias y el cuerpo me pide soltar algún que otro improperio, seguramente similiares a los que hace cien años nuestros bisabuelos soltaban ante la amenazadora presencia de los automóviles.

Las ciudades están cambiando, tenemos demasiados automóviles, demasiada contaminación, demasiado ruido, son la montaña de mierda de nuestra época. Los patinetes no son la solución en sí, pero seguramente serán parte de ella, y con más regulación y más inventos las ciudades están evolucionando, espero que para mejor.