«Me levanté esta mañana con la sensación de haber tenido un sueño increible… Pero, ¡puff!, a los dos segundos ya no me acordaba…».
«Ya, suele pasar», me respondió mi amigo.
«Qué rabia, ¿no?».
«Es un mecanismo de defensa».
«¿De defensa? ¿De qué, del cerebro?».
«No, de la otra vida».
«¿La otra vida?»
«Sí, la otra, la real. ¿Sabes? Nosotros pensamos que esta que vivimos aquí es la real, la buena, y que los sueños son una especie de paréntesis que tenemos todos los días. Pero no, la real es la que nosotros llamamos «sueños», esta que vivimos aquí es el paréntesis de aquella».
«Pero qué dices…».
«Sí, lo que oyes. Ellos tampoco se acuerdan de nuestra vida, les pasa lo mismo que a nosotros, en cuanto se despiertan, que es cuando nosotros nos dormimos, se han olividado de lo que ha pasado durante nuestro día. Aunque no es un mecanismo perfecto, a veces falla, por eso a veces nos acordamos de los sueños, y lo mismo les pasa a ellos».
«Qué lío… Pero, ¿y tú que sabes? Te lo has inventado, ¿no?».
«¿Yo? Puede ser… O no… Me lo contó una especie de disidente de los sueños que quería alertarme de todo este tinglado. Aquel sueño me pareció tan real, tan auténtico… Estuve varios días todo alterado, en cuanto tenía ocasión me iba a dormir con la esperanza de volver a encontrármelo, pero nada… De hecho, desde entonces, hace ya varios años, no he vuelto a recordar ningún sueño… Así que, sí, puede que me lo haya inventado… O no…».