El infinito es muy… ¿largo? ¿gordo? Inabarcable, digamos inabarcable, que queda más elegante.
Supongo que cuando los humanos empezamos con los números, fue para contar el número de mamuts que se veían ahí en la pradera, y el número de bayas que habían recogido ese mañana. Y contarían de 1 a 5, y a partir de ahí tendrían una palabra para «más de 5», o «un montonaco, colega».
Con el desarrollo de la agricultura y las civilizaciones tuvimos que desarrollar un poco más lo de las matemáticas, cosas de la burocracia, y ahí ya inventaron formas de catalogar números más grandes y debió llegar un momento en el que uno de esos proto-matemáticos, pongamos un asirio o un babilionio, mirando las tablillas pensara: «Ostia, y esto ¿cuándo se acaba?», porque se percató de que a un número le seguía otro y así sucesivamente, al invento este no se le veía final. Le debió dar un mareo y se pidió la baja por unos días, casi seguro.
El caso es que a día de hoy tenemos lo del concepto de infinito más controlado, más o menos. Pero con tanto número, y a pesar de todos los que somos y los que hemos sido (se calcula que unos 110.000 millones de personas han vivido desde que los homo sapiens empezamos por estos lares), los humanos nunca seremos capaces de nombrar todos los números.
Quiero decir, todos hemos dicho en voz alta números como «21», «100» o «5» (absténganse los graciosillos de las rimas). Pero, ¿alguien ha nombrado en voz alta el número 2.112.337, por ejemplo? Es posible que ese número específico esté oculto en algún libro de contabilidad o en alguna hoja excel, pero, ¿que alguién la haya dicho en voz alta alguna vez en toda la historia de la humanidad? Probablemente no. Bueno, hasta ahora, porque para solucionar esta injusticia yo mismo lo acabo de nombrar en voz alta mientras escribo estas lineas (no tengo a mi familia al lado, para evitarles que piensen, «pero, ¿qué gilipolleces esta diciendio éste, otra vez?»).
Con tantos y tantos números es una tarea imposible nombrarlos a todos. Así que la mayoría están ahí, ignorados por todos nosotros, soportando estóicamente su puesto en el largo, gordo e inabarcable infinito. Qué menos que reconocerles el valor que aportan a la sociedad, que no dejan ni un hueco en ese interminable hilera de dígitos, nombrándoles de vez en cuando en voz alta, para que sepan que les apreciamos y que contamos con ellos.
Así que cada vez que veas un número que probablemente nunca haya sido nombrado, no te cortes, nómbralo en voz alta, aunque sea cuando no te ve nadie por la cosa de que no te miren raro.
Y es que es de bien nacidos ser agradecidos, y porque hasta los números más anónimos tienen también su corazoncito.
