En las novelas de Pérez Reverte hay un personaje que se repite una y otra vez: el Capitán Alatriste. Ese héroe sobrio, solitario, valiente, desencantado, receloso, escéptico, leal con quien lo merece, es también el espía «Falcó», es el Cid de la novela «Sidi», son varios personajes de «La Sombra del Águila» o de «Línea de Fuego». Como si se tratara de un actor que se disfraza y maquilla para la ocasión en cada una de las historias, pero que siempre utiliza la misma mirada, el mismo tono de voz, la misma media sonrisa.
No es una crítica negativa, todo lo contrario. Los escritores pueden escribir muchos libros con multitud de argumentos, pero lo habitual es que lo que cuentan es lo que les pasa a unos mismos personajes en contextos diferentes. Y una de las formas de hacer esto es a través de unos personajes sólidos, creíbles, cercanos, que los entiendes, que los sientes.
Pérez Reverte ha conseguido esto a través de ese arquetípico Alatriste que recorre sus novelas. Me gustan sus historias porque me siento identificado con ese personaje, hasta tal punto que si me preguntas por el argumento de ésta o aquella novela muchas veces no sabría describírtelo bien a pesar de que haya disfrutado leyéndola, porque lo que recuerdo es más los personajes que la historia.
Esto es todo un logro, es la razón por la que Pérez Reverte es uno de los grandes escritores de esta confusa época que nos ha tocado vivir.