Una de las series de televisión que más me ha gustado en los últimos años es Black Mirror, serie en la que se plantea como unas innovaciones tecnológicas plausibles y cercanas pueden afectar a las personas en un futuro próximo: implantes cerebrales que graban todo nuestro día a día, recreaciones virtuales de personas fallecidas, monitorización extrema en las redes sociales… La tecnología nos cambia y es interesante jugar con estas ideas de “ciencia-ficción a la vuelta de la esquina” con el fin de anticipar como nos va a cambiar.
¿Qué historias podría haber escrito un autor en el año 1900 siguiendo el mismo planteamiento? Los escritores de hace más de cien años, como Julio Verne o H.G. Wells, centraron sus creaciones en los inventos y en hechos más grandilocuentes, como submarinos, viajes a la Luna, o la genética, no se centraron en el día a día de personas comunes, enfoque que Charlie Brooker, dio a Black Mirror. Hubiera sido interesante leer historias que especularan con el efecto de la nueva luz eléctrica disponible a cualquier hora del día o de la noche; la posibilidad de hablar a cientos, miles de kilómetros con cualquier persona; ser capaces de ir y volver de vacaciones a otro país en una sola semana; que millones de personas se entretengan viendo lo mismo desde sus casas, a través de algo que llaman “televisor”…
Tantas y tantas cosas que hoy son absolutamente normales en nuestro día a día, que hemos normalizado, sin ser capaces de entender hasta que punto nos han cambiado.