Los inventos son normalmente hijos de mil padres. La máquina de vapor tiene sus orígenes en el problema de extraer agua de minas inundadas. El español Jerónimo de Ayanz ya creó un ingenio en 1606 con este fin, pero fue el británico Thomas Savery el que patentó un diseño efectivo basándose en las ideas que el francés Denis Papin aplicó en su invento de la olla exprés.
El caso es que unos inventos que trataban de resolver problemas muy concretos y prácticos (sacar agua de una mina y cocinar más rápido) acabaron, con el paso de los años y la evolución de estas ideas, por transformar el mundo.
Hoy leo un artículo de como unos ingenieros han desarrollado en Coventry, Inglaterra, un robot «que puede pensar como un humano», es una máquina que puede ser utilizada en una fábrica y utilizando técnicas de reconocimiento visual y machine learning puede tomar decisiones de ensamblaje en función de los elementos que se ponen frente a él.
No serán los proyectos que tratan de emular la inteligencia humana los que acabarán por transformar el mundo, el origen de un futuro Skynet (Terminator) vendrá de las iniciativas que tratan de resolver problemas prácticos, los que tratan de combinar la tecnología para ser más eficientes construyendo, por ejemplo, una lavadora.