Una buena parte del tiempo que he trabajado durante los últimos 12 meses lo he hecho en remoto. Como yo, muchísima gente, y esto nos ha hecho cambiar nuestra percepción sobre trabajar desde casa.
Yo era reacio, no me gustaba, y no me gustaba que algunos de los miembros de mi equipo no estuvieren la oficina. ¿Qué estarán haciendo? Esa falta de control me ponía nervioso. Pero este chute de «remoteidad» que todos nos hemos dado nos ha hecho abrir los ojos a algo que tiene más ventajas que inconvenientes.
Entre los inconvenientes está la dificultad de construir relaciones cercanas a través de la pantalla del ordenador, el problema de enseñar a gente nueva que se incorpora al trabajo el detalle de todo lo que tiene que aprender, la separación entre las esferas laborales y domésticas… Pero por cada desventaja podremos econtrar una ventaja que la compense y el balance, algún sociólogo lo demostrará en el futuro, es seguramente positivo.
Así lo empiezan a ver muchas empresas, que se están deshaciendo de caras oficinas en las ciudades y están reclutando empleados globales que trabajan desde el lugar que les plazca. Es una tendencia que acabará por implantarse a una velocidad endiablada.
Bienvenida sea esta tendencia.