Existen varios lugares en los que conducir es una locura por la aparente falta de respeto a las normas más básicas de circulación. Uno de esos lugares parece que es Moldavia, según apreció un norteamericano que visitaba el país. Se sorprendió porque a pesar del caos que presenciaba en las calles no veía que sucediera ningún accidente. Este turista le preguntó a un experimentado conductor local por la razón de esta aparente contradicción y éste le respondió «porque nos miramos a los ojos».
Este ejemplo lo pone un filósofo especializado en tecnología en relación a la dificultad para llegar al nivel 5 de conducción autónoma, que es el nivel necesario para dejar a los coches ir por ahí sin ningún tipo de intervención humana. Estamos mucho más lejos de llegar a este nivel de lo que parece, según dicen, y una de las razones es el nivel de incertidumbre que existe en la realidad que nos rodea, personificada en ese conductor moldavo que transita por un cruce repleto de coches, motos, bicicletas y camiones, en los que la única forma de saber qué va a hacer es mirarle a los ojos e «intuirlo» en una milésima de segundo.
La inteligencia artificial está lejos, hoy por hoy, de «leer» los ojos de un moldavo (eso ya es nivel 6).