«No hay mal que por bien no venga», dice el refrán. Sabiduría popular que probablemente tiene más de conformismo y pragmatismo para tirar «pa´lante» que de evidencia que las cosas vayan a mejorar. ¿O no?
Porque la verdad es que hasta el cúlmen de los males, las guerras, pueden vincularse con avances: en medicina, en transportes, en comunicaciones… Uno de los avances del que no era consciente es la cirujía plástica. Los horrores de la Primera Guerra Mundial y sus nuevas y mortíferas armas dejaron millones de mutilados, muchos de ellos con horribles deformaciones en sus rostros. En este contexto los médicos se las ingeniaron para ayudar a muchos de estos soldados y sus innovaciones supusieron el nacimiento de la cirujía plástica tal y como la conocemos hoy.
Ahora la cirujía plástica se la relaciona más con estirar pieles, arreglar narices, levantar culos y poner pechos, pero también es una rama de la medicina que transforma la vida de las personas ayudándoles a sentirse más cómodos con ellos mismos. Y tiene un origen muy noble.