Hace unas semanas visité una granja lechera en Menorca. Te explicaban como funcionaban y al final de la visita te ofrecían una degustación de queso y vino. Todo interesante y sabroso.
El detalle de lo que nos explicaron que más me intrigó fue el sistema que tenían para que las vacas se reprodujeran, uno de los factores de rentabilidad más importantes para este tipo de grnajas. Como era una granja lechera, todo eran vacas, no habían toros, y éstas eran fertilizadas artificialmente con semen que traían… ¡de Canadá! Y con este semen, supuestamente caro, hay que asegurarse que no se desperdicia, tienen que implantárselo a las vacas que están en su momento más fértil, una ventana de tan sólo 24 horas cada 21 días. Así que, ¿cómo saber si una vaca está en ese período? Con podómetros. El efecto que tiene en las vacas este período es que están «más inquietas» y andan más. Así que todas tienen un podómetro en una de sus patas, que envían información a un ordenador central para avisar de cuáles son las «elegidas» para la inseminación.
Un ejemplo del cruce de caminos entre el análisis de datos y los vasos de leche.