El poder de las palabras

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Imaginemos algún momento del siglo XIII, en el que un sōhei (monje guerrero japonés), antes de ser ejecutado por un samurai amenaza con que se reencarnará en el hijo que el líder del clan enemigo está esperando. El jefe del clan, que está presenciando la ejecución, duda, pero presionado por las miradas de todos los que le rodean, ordena al samurai, con un leve gesto de su mano, que ejecute al prisionero.

Cuando su hijo nace meses después, el jefe del clan no ha podido olvidar la amenaza de aquel monje y ordena matar a su primogénito. Pero la madre paga al verdugo para que mate a otro bebé en su lugar. Cuando el cadáver es mostrado al señor, éste no tiene los arrestos para mirarlo, el engaño ha fucionado.

El niño crece en una aldea cercana, protegido por servidores de su madre, conociendo la historia de un padre que quiso matarlo y un monje del que dicen que está reencarnado. Cuando llega a la edad adulta, lidera una revolución que acaba por deponer a su padre, quien es ejecutado frente a la presencia impasible de su hijo.

Las palabras de aquel monje, pronunciadas veinte años antes como un acto de desesperada bravuconería, han traspasado el tiempo y han tenido un efecto poderoso en las vidas de todos los que las escucharon.