“Dentro de poco conocerás a una mujer con la que vivirás una gran historia de amor…”
Él se emocionó al escuchar estas palabras, con la mano izquierda se ajustó el casco de realidad virtual mientras ofrecía su mano derecha para que la adivinadora se la siguiera leyendo.
“… pero…”, la vidente generada por inteligencia artificial miró con detenimiento las rayas de la mano antes de expresar con tono cariacontecido, “…vuestro amor no durará mucho”.
“¿No? ¿Por qué?”.
“Ella… ella va a tener problemas de salud… morirá a los pocos años…”.
Él se estremeció al escuchar la revelación de la vidente.
“Sufrirás al principio, pero sentirás que todo habrá valido la pena…”
Esta escena esta siendo monitorizada por Yoweri, un gestor de contenidos de la aplicación de videncia virtual que trabaja en las oficinas que la compañía tiene externalizada en Kamapala, Uganda. En el momento el que el «cliente» se abraza, entre sollozos, a la adivinadora, Yoweri deja los cascos sobre la mesa y se acerca a la mesa de su jefa de sección.
“¿Jessica? ¿Tienes un minuto? Quería comentarte algo”.
“Claro, Yoweri, dime”.
“Verás, ya sé que soy nuevo y que todavía estoy aprendiendo, pero, la verdad, los algoritmos que producen las predicciones para los usuarios son tan… tan…”
“¿Tan?”
“Melodramáticos… No hacen más que hablar a la gente de futuros con grandes amores y desengaños y felicidad absoluta que apenas va a durar por algún suceso trágico que está a la vuelta de la esquina…”.
“Sí, así es”.
“¿Sí? ¿Y ya está? Es que todo esto… A ver, los algoritmos no son más que una pantomima, lo de las predicciones no es algo que se pueda tomar uno muy en serio”.
“Sí, pero eso ya lo saben los que acceden a nuestra plataforma. Dejamos bien claro que lo que ofrecemos no son predicciones precisas, que son aproximaciones matemáticas a una realidad muy compleja…”.
“Ya, pero la gente no lee realmente la letra pequeña. Las personas que se unen a nuestra plataforma viven lo que les ofrecemos como algo real. Cualquier cosa que salga de los labios de nuestros supuestos “videntes” va a ser tomado muy en serio”.
“Por eso precisamente existe tu puesto de trabajo y el mío”, respondió la Jefa de Sección. “Tú eres un gestor de contenidos, como toda esta gente que trabaja junto a ti”, dijo mientras señalaba a los cientos de personas que ocupaban la gran sala en la que se encontraban. “Nuestra misión es comprobar que los algoritmos no den consejos violentos o de odio, que no sean discriminatorios, que no inciten a ningún delito…”.
“Sí, me sé de memoria el catálogo de cosas que hay que monitorizar, pero aun así me pone de los nervios la tendencia melodramática de las predicciones que ofrecen los videntes”, dijo Yoweri mientras marcaba en el aire con sus dedos unas sarcásticas comillas.
“Es que es lo que la gente quiere”, respondió Jessica.
“¿Lo que la gente quiere?”.
“Sí, recuerda que los algoritmos están aprendiendo continuamente sobre cuáles son las estrategias más efectivas para que la gente vuelva a nuestra plataforma. Nuestros clientes potenciales no quieren ser protagonistas de unas historias planas, aburridas, letárgicas, plomizas. Aspiran a habitar vidas intensas, vitales, trascendentales, aunque ello implique altibajos, dolor, padecimientos… Los algoritmos lo han detectado ellos solitos, y eso es lo que ofrecen. De alguna forma, ahora que lo pienso, nuestro nicho son las personas que tendencias al masoquismo emocional…”, dijo la Jefa de Sección mientras esbozaba una sonrisa por la ocurrencia que acababa de tener.
“Joder, pero eso no está bien”, respondió Yoweri, indignado.
“¿Qué es lo que no está bien? Lo único que hacemos es darle a la gente una historia, como cuando alguien le vende un libro a alguien, solo que en este libro, en esta historia, el protagonista no es un personaje inventado sino que son ellos mismos”.
“Pero un algoritmo está incitando a que las personas tomen decisiones que a lo mejor no son las más acertadas”.
“A lo mejor. Pero ¿cuáles son las decisiones más acertadas? Los algoritmos se pueden equivocar de vez en cuando, pero, a nivel global… Es como con los coches de conducción autónoma que se introdujeron hace un par de décadas. ¿Cuál ha sido el resultado? Que el número de accidentes y muertes se ha reducido en un 99%. Sí, de vez en cuando en las noticias sale en grandes titulares éste o aquel accidente, pero la realidad es que antes morían decenas de miles personas todos los años por accidentes automovilísticos y ahora apenas hay unas pocas decenas de muertes”.
“No es lo mismo…”.
“No, puede que no, pero…”, la Jefa de Sección se encogió de hombros antes de proseguir, “… este es el trabajo. Así que, o lo tomas o lo dejas, chaval. Me encantaría seguir con estas disquisiciones filosóficas y morales, pero la verdad es que tengo una montaña de trabajo”.
Yoweri se giró hacia su mesa de trabajo, con varias pantallas que le permitían monitorizar multitud de sesiones a un tiempo. Tras unos segundos de duda, se quitó los auriculares que le colgaban del cuello, los dejó sobre la mesa de la Jefa de Sección y respondió: «Lo dejo».
«¿Lo dejas? No me seas ridículo», respondió Jessica mientras veía como se alejaba su empleado. «Esto que estas haciendo no sirve de nada, ¿lo sabes, verdad? Tengo candidatos a patadas para cubrir tu puesto, lo único que estás haciendo es renunciar a un buen sueldo y la posibilidad de trabajar en una gran empresa. ¿Sabes que estás tirando todo eso por la borda?»
«Sí, lo sé», dijo Yoweri desde la distancia. «No te preocupes por mí, ya encontraré algo… Esto, sencillamente, no es para mí».
Fue lo último que escuchó Jessica, que tras unos segundos de estupefacción se encogió de hombros, se volvió a sentar en su escritorio y prosiguió con el trabajo de su día a día.