Hay que leer

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«Un barco está más seguro en el puerto, pero no es para eso para lo que fue construido«.

El prisionero que está de pie, jugueteando con la pelota de tenis que tiene en la mano, mira a su compañero, que está sentado. «Tanto leer a Pablo Coelho te está sorbiendo los sesos», le dice.

«No es de Coelho, es de John A. Shedd».

«Pues mismo dará… ¿A santo de qué me vienes con esas?», responde mientras señala los muros de la prisión. «¿No ves donde estamos o qué? ¿A dónde puñetas quieres que nos vayamos con el barquito?».

«Lo que ahoga a alguien no es caerse al río sino mantenerse sumergido en él«.

«¿Cómo? Pero qué dices ahora de un río…».

«Esto sí es de Coehlo. Creo».

«¿Coelho? ¿Coehlo? Pues tira de esta y me tiro un peo».

El prisionero que está sentado, intimidado ante la agresividad de su compañero, decide permancer en silencio. Un silencio que acaba por romper el que está de pie.

«No hay viento favorable… No hay viento favorable para el barco que no sabe donde va…«.

«¿Cómo?», replica sorprendido el que está sentado.

«Es de Séneca… a ver, ¿qué te crees, que eres tú el único que lee en esta cárcel?», responde con cierto rubor el otro.

«No, no, claro, si está muy bien… Muy buena esa».

«Gracias».

«¿Estás leyendo a Séneca, entonces?».

«No… Me salió en una galleta de esas de la suerte, un día que fui a cenar a un chino poco antes de que me metieran aquí… Y, nada, que se me quedó… ¿Qué pasa, es que eso no cuenta?».

«Claro que sí, claro que sí, y tanto… Todo lo que sea leer… todo es bueno», intimidado otra vez por el tono de su compañero.

«Pues entonces».