Una mujer escocesa, Joy Milne, detectó un olor a almizcle en su marido años antes de que éste fuera diagnosticado con Parkinson. Más tarde lo relacionó con este mal cuando empezó a acudir a reuniones de apoyo para familias afectadas por la enfermedad.
Esta extraordinaria habilidad fue compartida con la comunidad médica y comenzaron a investigarla. Comenzaron con una prueba en la que Joy tenía que identificar las 6 camisetas que pertenecían a enfermos de Parkinson, de un grupo de 12 . Joy identificó correctamente las 6 de los enfermos, más una que pertenecía a un paciente sano. El test demostró ser un éxito, con un pequeño margen de error, aunque 8 meses después se descubrió que no fue tal: la persona a la que pertenecia la séptima camiseta fue diagnosticada con Parkinson.
Las investigaciones están dando sus frutos, y se ha descubierto el cambio químico que se produce en la piel durante las etapas más tempranas de la enfermedad, lo que permitirá desarrollar métodos sencillos y rápidos para detectarla.
Y Joy sigue colaborando con los científicos, ya que es capaz de oler también otras enfermedades: el alzheimer le huele a pan de centeno, la diabetes a laca de uñas, la tuberculosis a cartón mojado.
Pero esta habilidad tiene un lado perverso, el de la capacidad de detectar enfermedades en las personas que están, por ejemplo, junto a ella en la cola del supermercado. ¿Cómo le dices a la persona de enfrente que huele a Parkinson? Ella elige no decir nada. «Si hay que decirle a alguien que tiene párkinson, el que debe hacerlo es un médico, no yo».