Te despiertas sobre una cama que no recuerdas, estás confundido. Encuentras una nota que te dice que pongas el video que está preparado en el ordenador. Eres tú el que habla, mirando a la cámara:
“No recuerdas quien eres, no recuerdas tu nombre, si tienes familia, dónde vives, en qué trabajas… No te preocupes, nada de eso es importante hoy…”.
Te miras en el espejo que tienes en frente para confirmar que sí, que eres tú el que habla en ese video.
“… Sobre la mesa tienes una tarjeta de crédito. La clave es 8743, tienes a tu disposición más dinero del que puedas gastar en las próximas 24 horas…”.
Coges la tarjeta, la miras extrañado.
“… No recuerdas nada porque te has tomado, voluntariamente, una pastilla que te borra la memoria por 24 horas. Cuando te levantes por la mañana volverás a recordar todo lo que has olvidado hoy, así que no te preocupes”.
Te tocas las sienes con ambas manos. Es cierto, no recuerdas nada.
“Te tomaste la pastilla porque querías darte vacaciones de ti mismo: hoy no tienes pasado, puedes ser todo lo que quieras ser, descubrir quién eres realmente, sin ningún tipo de ataduras. Hoy eres libre. Disfrútalo”.
El video acaba. Tras unos momentos de duda te levantas, te duchas, te vistes, coges la tarjeta de crédito, te miras en el espejo. Finalmente, intrigado por lo que hay ahí fuera, sales a la calle.