Es de bien nacidos ser agradecidos

Quién lo iba a decir. James Bond, Ethan Hunt y Jason Bourne atrapados en un sótano por el malvado Bruteztrausen, dictador de la República de Tirania. Atados, amordazados, frente a una bomba a punto de explotar. Y no se trata de un sofisticado mecanismo de ruedas dentadas y cintas transbordadoras con relojes digitales que te dicen cuanto tiempo queda para la detonación. No, se trata de una simple y vulgar bomba negra y redonda con una mecha encendida a la que le queda menos de un minuto para que acabe su fatal recorrido.

“Mmmmmm”, dice James Bond.

“Uh-huh”, logra articular Ethan Hunt, con cara de preguntarse si esta Misión sí que va a ser Imposible de verdad.

“Urrrrr”, dice aliviado Jason Bourne, que se ha orinado encima con la vaga esperanza de que su micción lograra apagar la mecha, expectativa que no logró superar los dos metros y pico que le separaba de ella.

No puede ser, piensan los tres, de peores hemos salido, que si nos han hecho un porrón de películas será por algo. Doctor No, Goldfinger, Owen Davian, Solomon Lane, Carlos El Chacal… esos sí que eran villanos de verdad y vaya si pudimos con ellos, cómo no vamos a poder con el cutre de Butreztrausen

“Umm”, se les escucha gemir a los tres espías al unísono cuando, tras salir de sus ensoñaciones, miran la mecha un instante antes de que se consumiera.

¡¡¡¡Puummmmm!!!! ¡¡¡¡Catacrooooccckkkk!!!! ¡¡¡¡Zaaaasssscccaaaaa!!!!

Una explosión descomunal, morrocotuda, destruye por completo el edificio. Todo ha caído, menos la puerta del sótano en el que se encontraban, que sigue en pie. Unos segundos después la puerta se abre y aparecen por ella los agentes de la T.I.A. Mortadelo y Filemón. Filemón con su camisa blanca y sus pantalones rojos, Mortadelo disfrazado de Bombero.

En medio de todos los escombros se encuentran a los tres afamados agentes, todavía atados a sus sillas, la explosión les ha hecho trizas sus esmóquines, han quedado en calzoncillos y camiseta interior, con los calcetines subidos, sujetados por tirantes. Mortadelo y Filemón, mientras farfullan y discuten entre ellos, les desatan, les ayudan a levantarse, les sacuden el polvo de sus hombros.

Qué vergüenza, piensan los espías, ser rescatados por aquellos mequetrefes, los torpes agentes de una agencia de tebeo, una deshonrosa mancha en sus historiales. Ojalá que ningún guionista se entere de aquella afrenta, se dicen a sí mismos mientras James Bond, Jason Bourne y Ethan Hunt salen por la puerta sin llegar a darles las gracias a Mortadelo y Filemón. Qué desagradecidos…