Métodos de adelgazamiento

En mi camino hacia el ateísmo tuve una fase, durante mi adolescencia, de «espiritualidad racional«, según la cual pensaba podría ser demostrada científicamente la existencia del alma. Sólo era cuestión de encontrar la forma de medirla.

Algo así es lo que se planteaba Duncan MacDougall, un doctor norteamericano de principios del siglo XX que pensaba que el alma tenia masa, por lo que sería posible detectarla pesando a moribundos antes y después de la muerte. En 1901 lo hizo, con seis pacientes, y concluyó que el alma humana pesaba 21 gramos (el título de la película 21 Gramos tiene su origen en esta historia).

Duncan prosiguió con sus experimentos utilizando ratas, perros y ovejas, con resultados diversos: las ovejas durante unos minutos pesaban más después de muertas, deduciendo que una especie de «portal místico» se abría sobre sus cuerpos, provocando que pesaran más; no encontró diferencias en el caso de los perros, lo que le llevó a la conclusión de que no tenían alma. Por cierto, en estos casos no se trataba de animales moribundos, los envenenaba.

Estos experimentos no han sido aceptados por la comunidad científica debido a diversas razones, como la existencia de procesos fisiológicos que explican los cambios de peso durante la muerte, el pequeño tamaño de la muestra o el sesgo en la selección de los casos que apoyaban su hipótesis. Y eso que se han intentado replicar incluso hace poco años, pero nada, que lo de los 21 gramos no aparece por ningún sitio, así que nos hemos librado de un siniestro método de adelgazamiento.