Hace dos años, 9 meses y 3 días me dije: «Voy a escribir una entrada en el blog cada día«. La idea era ver si era capaz de encontrar algo sobre lo que escribir todos los días durante un año. Y sí, lo hice. Llegó el segundo año y me dije: «Pues voy a seguir, a ver que pasa«. Y, nada, que también. Empezó el tercero y, claro, pues la inercia me llevó a seguir escribiendo.
¿Por qué? Pues porque me gusta y porque es una forma encontrarme a mi mismo. Hasta que no te pones a escribir sobre algo no sabes lo que piensas, o no te das cuenta de que no tienes ni idea de ese algo. Y porque quería escribir y escribir por lo de que la inspiración te pille trabajando.
El caso es que encontrar un rato en el día para garabatear unas líneas con «algo» requiere su tiempo, y tengo un par de projectos que quiero escribir que no encuentran acomodo entre esas irreflexiones insustanciales, el tiempo que dedico al trabajo y el que disfruto con la familia. Como no puedo controlar el que dedico al trabajo, y el de la familia ni quiero ni debo tocarlo, pues el que pierde es el del blog, que a partir de ahora va tener una entrada semanal en lugar de una diaria.
Una pena, porque me había planteado escribir todos los días hasta que me fuera al otro barrio, unos cuarenta años (espero) de irreflexiones insustanciales. Pero bueno, en cuanto consiga acabar lo otro que quiero escribir a lo mejor vuelvo a las andadas.
1007 entradas seguidas. Tampoco está tan mal.