Acabo de leer un artículo que advierte de uno de los peligros del Cambio Climático: la liberación de virus que se esconden en el permafrost, tierra congelada de la superficie terrestre que cubre hasta el 20% de la superficie terrestre (entre Siberia, Canadá y Groenlandia). El otro día me vi una de esas películas de desastres, sobre un cometa que se estrella contra nuestro planeta arrasando la población mundial. También leo hace unos días artículos sobre los peligros de un nuevo crack económico…
Si te da por tomarte todas estas cosas a pecho, la reacción lógica a todo este drama es ponerse a llorar…
Los seres humanos tenemos querencia por los conceptos apocalípticos, por historias en los que el mundo se hunde, en las que los cielos se ponen rojos y la sociedad sufre mancomunadamente castigos de escala bíblica. Y cada época siente que es ahora, es ahora cuando el gran “catapúm” va a suceder, el definitivo, el que va a mandar todo a tomar el culo.
Pero quizás esta “querencia” tiene sus aspectos positivos, es una característica que los humanos tenemos como resultado de la selección natural, una actitud que nos da ventaja en la lucha evolutiva. Quizás los Neanderthales carecían de este toque agorero que tenemos nosotros y por eso ellos desaparecieron y nosotros sobrevivimos, porque mientras ellos, más optimistas y dicharacheros, vivían felices sin conceptos apocalípticos en sus amplios cerebros (más grandes que los nuestros), nosotros veíamos siempre con temor al cielo porque pensábamos que en cualquier momento se nos podía caer encima.