El aire que nos rodea esconde obras maestras desde hace poco más un par de décadas.
¿Cómo es esto? Gracias a la magia de las ondas electromagnéticas. Desde la silla de la cocina en la que me encuentro ahora mismo escribiendo estas líneas puedo acceder, si quiero, a películas como “Cadena Perpetua”, “Atrapado en el Tiempo”, “Ciudadano Kane”, “Regreso al Futuro” o “Grease”; o puedo decirle a “Alexa” que ponga canciones de los Beatles, o The Eagles o Joaquín Sabina; o puedo descargarme con un par de clicks “El Quijote”, libros de Unamuno, de Vargas Llosa, de Pérez Reverte, de George Orwell.
Gracias a la magia de la tecnología, que ha sido capaz de empaquetar toda esta valiosa información en paquetes etéreos que navegan los cielos y pueden llegar a cualquier parte del mundo, estoy a un puñado de clicks de distancia de todo ese conocimiento, de todo ese arte…
Y aun así, lo más habitual es utilizar todo ese poder para acceder a todo lo demás que circula por el aire: demagogia, programas basura, conspiranoias, desinformaciones…