Las ideas que acaban por revolucionar el mundo no vienen de las grandes organizaciones. En el caso de las empresas, las que lo trastocan todo empiezan en un garaje, como Apple, o es un repelente adolescente sabelotodo, como Bill Gates, o unos estudiantes universitarios, origen de Facebook o Google, o una persona que quiere vender libros por Internet, como Amazon.
Una de las razones es que las grandes corporaciones son burocráticas por definición: es necesario definir procesos, la claridad en los roles es esencial, existen capas y capas de gente que hace esto o aquello, y la empresa se llena de perfiles que son más políticos, menos creativos, más… aburridos. En este contexto generar buenas ideas en una gran organización, ideas que realmente lo trastocan todo, es prácticamente imposible.