El Vaticano ha publicado un comunicado recientemente en el que dice que no bendicirá uniones del mismo sexo porque no puede «bendecir el pecado». En una explicación de dos páginas en siete idiomas diferentes, aclaran que las personas gays deben ser tratadas con dignidad y respeto pero el sexo homosexual es un «desorden» que no forma parte del «Plan de Dios», porque las uniones sagradas entre hombres y mujeres son para tener hijos.
Bueno, por lo menos tratan de ser coherentes con lo que han estado diciendo durante cientos y miles de años. Tienen unos libros, escritos hace ya algún tiempo, y tratan de ceñirse a ellos. Si no lo hicieran, ¿qué les quedaría? Si apuestan por verdades inmutables y esas cosas no pueden ir cambiando de opinión cada dos por tres, ¿no?
Aunque, si lo miras bien, los cambios de opinión han sido bastante habituales. Hace ya tiempo que los critianos acuden a aquello de «no interpretar la Biblia de forma literal», por la cosa de tener en cuenta el contexto en el que se escribieron las cosas y ceñirse más al fondo del mensaje. Una estrategia muy socorrida que te permite pasar por alto páginas y pasajes enteros del libro, a gusto del consumidor. El Antiguo Testamento está lleno de masacres, incluso tiene instrucciones sobre como gestionar a tus esclavos o como tratar a las mujeres que tienen su menstruación, o recomienda lapidar a un hijo que no hace caso a sus padres. El Nuevo Testamento es más suave, pero no es un tratado de igualdad de género, por ejemplo.
Así que, Vaticano, puestos a saltarte las insensateces literales de la Biblia, por saltarse dos o tres más, tampoco pasa nada.