Hay palabras que tienen connotaciones negativas y la gente busca alternativas. Por ejemplo, empresario suena a un tipo egoista que sólo piensa en el dinero y que te despide a la mínima oportunidad que tenga, algo que no sientes si te refieres a un emprendedor, porque en este caso parece que visualizamos una persona valiente, imaginativa, creadora de riqueza, de empleo.Son los eufemismos, alternativas embellecedoras a unas expresiones desgastadas por el tiempo: no digamos viejo, digamos persona de la tercera edad; no digamos pobre sino persona en riesgo de exclusión social; evita aborto, di mejor interrupción voluntaria del embarazo; una empresa dirá que está redimensionando el personal, no que está despidiendo a la gente; incluso échale imaginación y di boutique del pan en lugar de panaderia.; y lo de madalena no es cool, mucho mejor muffin o cupcake…
En el lado opuesto están los disfemismos. En este caso se busca una alternativa más dura y despectiva: cuando decimos comida basura estamos manifestando nuestra posición respecto a la camida rápida; maricón es la versión insultante de gay (aunque aquí influye el contexto y el tono); el ángulo xenófobo lo encontramos en terminos como gabacho o sudaca; algunos términos tienen un origen peyorativo anclado bien atrás en el tiempo, como el término bárbaro, que lo utilizaban los griegos para referirse a quienes no hablaban griego, burlándose de su manera de hablar y equiparándola a un balbuceo «bar-bar».
Pero la intención insultante original en ocasiones se ha perdido en el tiempo, se ha olvidado, e incluso en ocasiones se adopta con orgullo por las víctimas del supuesto insulto. Por ejemplo, un artista italiano, Vasari, designó el arte de la Edad Media como gótico, o sea, propio de godos, bárbaros; o el término impresionismo fue utilizado por un crítico de arte que quería burlarse del título Impresión: el sol naciente de un cuadro Montet; la palabra yankee la empezaron a utilizar los británicos para referise a los colonos incultos pero los norteamericanos se la apropiaron como signo de identidad y orgullo; el origen del término protestante es claramente despectivo, pero hoy en día sólo lo vemos como una referencia a uno de las divisiones del cristianismo, sin más.
Las palabras que elegimos al hablar tienen un significado que va más allá de lo que conscientemente queremos decir y llevan implícita una inercia del lugar y del tiempo en el que vivimos. Si es que no somos nadie…