Las circunstancias pueden hacer llegar al personaje más pintoresco a los puestos de poder. Desde Hitler a Donald Trump o Boris Johnson, o Mariano Rajo o Pedro Sanchez, si nos ponemos celitibéricos, aunque la esencia de la patanería no está basada en el color del pasaporte, nos viene de fábrica con el ADN que hemos heredado de nuestros ancestros, es el factor que nos une a todos los seres humanos. Aquí si que somos iguales de verdad, sin importar ni la raza, ni el género, ni la orientación sexual, ni las creencias religiosas. Lo que nos une es que somos, simplemente, gilipollas.
Pero tenemos que ser benevolentes con nuestra estupidez. Si lo miramos bien los últimos cientos de miles años hemos estado más ocupados huyendo de tigres dientes de sable, cazando mamuts y arrimándonos bien juntitos por la noche a las ascuas de una hoguera porque nos daban yuyu los ayullidos de las hienas. Nuestro ADN nos ha estado preparando todo este tiempo a reconocer donde podría haber agua, distinguir a las serpientes o arañas venenosas y lanzarles pedradas a los conejos. No nos debería extrañar que nos hagamos un lío cuando firmamos una hipotéca, o que votemos al político que dice las mentiras con más gracia, que le hagamos caso más a la información que un descerebrado haya puesto en Twitter que a la que publique una revista científica. En términos evolutivos lo de Twitter, o si me apuras, la democracia, es apenas un suspiro, si la especie humana se pone, en apenas unas dos mil o tres mil generaciones todas estas modernidades las vamos a tener controladas…
A 25 años por generación, esto supone de 50.000 a 75.000 años. Así que para lo que viene a ser el año 62.500 (después de Cristo) el mundo, si todavía existe, va a funcionar como la seda…