La Antártida es un territorio sin dueño. Todo un continente en el culo del mundo, tan lejos, tan frío, tan hinóspito, tan solitario que nadie ha sido capaz de reclamarlo. El azar de las placas tectónicas lo ha llevado a la deriva hasta dejarlo en un lugar que nadie es capaz de alcanzar.
No siempre fue así. Hace 100 millones de años disfrutaba de otras latitudes y clima tropical, estaba repleto de mamíferos peludos que pululaban por su superficie, de grandes árboles, de selvas, de vida. Ahora los restos de aquel vibrante pasado están ocultos bajo kilómetros de hielo, frío, olvido y tundra.