Lo racional se degrada a mágico

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Nos vanagloriamos de ser seres «racionales», especialmente en los últimos tiempos, en los que ya no danzamos alrededor de una hoguera o sacamos una virgen en romería para que llueva. Ahora disponemos de satélites y estaciones metereológicas para saber con precisión la temperatura que tendremos mañana por la mañana. El tiempo atmosférico, con toda su complejidad, es una realidad que puede ser desentrañada, con poco espacio para el capricho de los dioses.

Pero la evolución de la tecnología la vuelve cada vez más esotérica… Según la RAE, esotérico es lo que es difícil de entender y que se transmite entre «iniciados». ¿Quién es capaz de entender realmente como funcionan todas las maravillas tecnológicas que nos rodean? Ver un video de Tik Tok de tu sobrino implica la concatenación de una mareante combinación de inventos, con la cámara del móvil que graba imágenes en movimiento, el software utilizado para editar el video, el teléfono con microprocesadores que se conecta a una red invisible de ondas herzianas que pululan por el aire, que llegan a un satélite que orbita por el espacio, un satélite que en su momento fue lanzado por cohetes propulsados con hidrógeno líquido; los mensajes son desencriptados, vuelven a la Tierra, encuentran tu aparato receptor entre una miriada de torres de comunicaciones, y a tí te llega un mensajito en tu móvil que te anuncia que el hijo de tu hermana acaba de publicar un video. Mueves un dedo y, voilá, simplemente lo ves.

Sabemos que todo esto tiene una explicación racional, la «Ciencia» tiene un método cojonudo que hace que cada vez cosas más complicadas sucedan pero la mayoría de nosotros, el común de los mortales, no somos realmente capaces de entender los detalles, solo los «iniciados» son capaces de entenderlos, que es, precisamente, lo que implica la definición de «esotérico».

Así que se da la paradoja de que el avance del «pensamiento racional», que en principio ocupa el espacio antes abusado por el «pensamiento mágico», se vuelve cada vez más oscuro con el incremento exponencial de la complejidad. Lo que nos va quedando se parece en una «fe» en la ciencia y la razón, delegada en los «inciados», en los científicos e ingenieros que son los que saben realmente lo que está pasando. Y esta delegación de la «responsabilidad de pensar» conlleva un tipo de pensamiento que se parece bastante al «pensamiento mágico».

¿Hemos estado, los humanos, recorriendo un largo camino que nos va a acabar llevando al mismo lugar?