Cuando era pequeño me fascinaba leer sobre las misiones Apolo. En casa teníamos una pequeña enciclopedia para niños y supe a través de esas páginas que los seres humanos habían llegado a la Luna pocos antes de que yo naciera, y la última misión, la Apolo 17, sucedió cuando yo tenía menos de dos meses.
Leer sobre aquello era leer sobre el presente, había sucedido apenas unos años antes, y todavía se tenía la sensación de que volar a la luna iba a ser algo habitual y que lo de ir a Marte estaba a la vuelta de la esquina. Pero pasaron los años, y aquello se transfiguró de presente reciente a acontecimiento histórico propio de documentales añejos. Y por el camino surgieron un número sorprendentemente alto de escépticos y conspiranoicos que ponen en duda que realmente alguien pusiera un pie allá arriba (siempre he pensado que me parece mucho más increíble crear un montaje como ese que llegar realmente allí).
Ahora la NASA está a punto de lanzar la primera de las misiones que van a volver a poner a humanos en la Luna, el Programa Artemis, con “el objetivo a largo plazo para establecer una presencia sostenible en la Luna y en órbita lunar, y sentar las bases para que las empresas privadas afiancen una economía lunar y, finalmente, enviar humanos a Marte, a partir de 2033”.
Habrá quien esté en contra de invertir una cantidad ingente de dinero en este tipo de empresas, cuando hay tantos problemas “terrestres” por resolver, y algo de razón pueden tener, pero creo que precisamente la solución a los problemas terrestres puede venir a través de este tipo de aventuras, por las tecnologías que se desarrollan, por las oportunidades que crean. Y visto en perspectiva, los humanos tienden siempre a buscar nuevos horizontes, nuevos lugares a los que ir, es una inercia imparable desde que hace cientos de miles de años los Homo Sapiens empezaron a caminar. Aunque tengo que reconocer que no puedo ser del todo objetivo en este tema porque, después de todos estos años, ver que unas nuevas misiones se dirigen a nuestro satélite me retrotrae a mi infancia, a la época en que me fascinaba ver las fotos de los astronautas sobre la Luna y leer sobre aquella aventura.